Pampa roja

por Andrea Chamorro

Andrea Chamorro[1]

 

Me siento frente al computador y cierro los ojos.

Muy cerca el golpeteo de las persianas, más allá el sonido armonioso de un gorrión, de pronto las ruedas de un vehículo pesado cruzado por la sirena de una ambulancia y la alarma de bomberos (tras las revueltas populares de los últimos meses se han fecho frecuentes y ya no me desconciertan tanto[2]).

Me levanto del escritorio a hacer un café, a veces trituro unas semillas de cardamomo en una pequeña tabla. Espero que hierva. Llevo una taza al escritorio, la persiana sigue golpeteando mientras una paloma chilla a lo lejos, los autos son incesantes pero no tan intensos como otros fines de semana. Depronto la habitación se enciende en sonidos y me siento a escribir estas notas como queriendo olvidar la locura del estado de sitio, el virus, las instituciones cayéndose a pedazos de una buena vez, mientras se propaga rápido, como un rumor, el fantasma de la enfermedad y la muerte.

Sin embargo LATIR[3]. Empecé a recordar obsesivamente aquellos múltiples objetos que me habían afectado durante las visitas a museos antropológicos (textiles, cerámicas, máscaras, instrumentos musicales, piedras talladas, hermosas cestas, guijarros, fragmentos) y sentí ese silencio al que eran reducidos pese a los esfuerzos de etiquetar y reseñar origen y datación. Entonces, a partir de la invitación a pensar en la confusión o diálogo entre personas y el mundo (Bajtín 2000), y en lo vivificante de las materias que siguen creciendo a través de las formas (Ingold 2018), caí en la cuenta de ese yo existencial corporizado e inacabado que era y me situé allí.

A fin de desnudarme en completa fragilidad, recogí la idea de video-performance no tanto como la construcción de un índice corporizado (sensu Gell 2016), sino que más bien como un lugar existencial de creación cuyo guión o narrativa siguió el devenir y contingencia del viaje mítico de “Tunupa”, la deidad genésica andina que huyó de sus captores creando, tras sus huellas, montañas, lagos y salares. Fui siguiendo su hilo durante los largos meses de confinamiento, primero a través de sonidos y fotografías cotidianas que resonaron como un impulso a retomar mis polleras y ponerme a caminar.

En los Andes, la pampa es considerada un llano o vacuidad que devino en un lienzo imaginado como un paisaje escarlata donde al deseo de sanar esas “heridas coloniales” (Mignolo 2007) devenía en la cura misma.

 

Respiro arena soplada por el viento

un pie que avanza y el otro que le sigue

la rugosidad del suelo que brilla

me abraza el sol

entrando por la ventana como risa fresca

despierto soñando que soñaba

 

 

Ejercicios de experimentación autoetnográfica

Puse la grabadora de audio en un punto fijo cerca del quemador de la cocina y cada día, a lo largo de una semana, lavé la cafetera, puse café, molí cardamomo, vertí agua y encendí el quemador hasta la ebullición. A través de este gesto repetido y cotidiano recordé la referencia de David Toop (2016) a la obra del artista germano-danés Jacob Kirkegaard (2005), quien registró sonidos en los cuartos vacíos en Chernobyl, y si bien no registré el silencio ni un horror cristalizado, edité y superpuse las pistas en distintos tiempos que describían el frenesí en la incertidumbre. Creo que el resultado tiene café[4].

Poco a poco, comencé a sentir que la cuarentena empezada a distorsionar mi percepción de los días (los sonidos y olores eran tan intensos como las preocupaciones y el enorme cansancio). Con cámara fotográfica en mano busqué enfocar los objetos y rincones de mi departamento[5]. Primero, el living-comedor, la biblioteca, algunas figuras de greda que me miraban y libros; luego, el exterior mirado desde la ventana, el techo de las casas, movimiento de militares que controlan a la población, personas transitando hacia el mercado. Después, nuevamente a las plantas de interior y el juego de espejos. Voy hacia los ojos de mi compañero en el computador, sus pestañas, luego camino a su oficina en desorden, libros en el suelo, cables. Regreso a la cocina, una olla de lentejas, cubiertos, vasos, el reflejo en el estante de platos. De pronto siento que me desplazo por las habitaciones como en un loop que reitera y reitera gestos cotidianos, pero nada me atrapa hasta que me topo con la puerta de salida a la calle y la mirilla brilló. Me asomé con la cámara y se hicieron precisas la escalera y el lejano, esquivo y extraño exterior.

 

Formada como antropóloga me había sentido empujada y constreñida a vivirme en externalidad, porque la disciplina, porque la ciencia, porque el canon, porque entrenas el razonamiento.

 

Afuera el mundo y sus árboles respirando, adentro totalmente muda, expulsada de mí misma, completa-mente fracturada, perdida

otra vez extinta

 

De golpe, supe que debía volcarme hacia mí y troqué la búsqueda de una mirada por una forma de escuchar(me), esas ganas de volver a caminar las calles, respirar las montañas y sentir el mar. Es así como alimenté este viaje de retorno hacia un interior imaginario.

Poco a poco, las cosas u objetos mínimos susurraron de manera suave que todo está vivo. Algo así como los vestigios de las formas de existencia “para los arqueólogos del futuro” (como el título la carátula del disco homónimo de la banda chilena “Congreso”). Cocina, decenas de platos y cubiertos, pisos, utensilios de aseos y ropa revelan que duermo, me baño, como, beso, discuto, estudio, leo, amo, descanso, porque están contaminadas por la vida misma al punto de ser capaces de hablar acerca de los ausentes. Así, todo nace, desaparece y vuelve a emerger como un impulso o latido.

 

Un video-performance

Comprendo la idea de performance como una repetición creadora que “introduce un espacio vacío, un gap diferenciador que cuestiona la oposición entre acontecimientos (novedosos) y repeticiones” (Barbeito 2018:45). De este modo, la performance no sólo abre a la posibilidad de lo indeterminado, sino a la generación de temporalidades alternativas que sólo cobran vida en el acto. En este sentido, ensayé una práctica corporizada que expandiera los bordes o límites que las disciplinas imponen; por lo que superpuse el tiempo del video y una performance que invita a compartir una experiencia imaginada por una niña que miraba por la ventaba con la certeza de que la vida empezaba justo en las copas de los árboles mecidas por el viento.

En este caso, ensayar con el lenguaje cinematográfico, del video arte y la performance se transforma en una forma de relacionarme con el mundo que ofrezco a la manera del don (Mauss 1971). Ahora estoy pesando que una fábula no podría exhibirse en un escaparate y que necesariamente esta ficción exige una antropología expandida.


pampa roja from Andrea Chamorro on Vimeo.

Pampa roja, es un video-performance que sueña el viaje de ‘Tunupa’, la deidad genésica andina que huye de la violencia de sus captores creando, tras sus huellas, montañas, lagos y salares. Fui siguiendo su hilo durante los largos meses de confinamiento, primero a través de sonidos y fotografías, y luego como un impulso a retomar mis polleras y ponerme a caminar.

 


Bibliografía

  • Bajtín, Mijaíl (2000). Yo también soy. Fragmentos sobre el otro. Barcelona, Editorial Taurus.
  • Barrbeito, Manuel (2018). Jonathan Culler: teoría, literatura y la posibilidad de la crítica. THEORY NOW: Journal of literature, critique and thought, 36, 1 (1), pp.35-50.
  • Toop, David (2016). Resonancia siniestra. El oyente como médium. Buenos Aires, Editorial Caja Negra.
  • Gell, Alfred (2016). Arte y Agencia. Una teoría antropológica. Buenos Aires, Editorial SB.
  • Ingold, Tim (2018). La vida de las líneas. Santiago de Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado.
  • Mauss, Marcel (1971). Sociología y Antropología. Madrid, Editorial Tecnos.
  • Mignolo, Walter (2007). La idea de América Latina. La herida colonial y la opción decolonial. Barcelona, Gedida editorial.

[1] Antropóloga, Dra. en Antropología (UCN Chile). Departamento de Antropología, Universidad de Tarapacá. Correo electrónico: andrea.chamorro.perez@gmail.com // https://vimeo.com/user96324809

[2] Refiero a las revueltas populares que extendieron a lo largo del territorio chileno entre octubre del 2019 y marzo del 2020.

[3] Diplomado Antropología del Arte, Laboratorio Transdisciplinario de Investigación y Reinvención, LATIR 2020.

[4] Ejercicio realizado en el marco del Módulo 1 – Antropología del arte: formas de estar y de ser con los otros, ofrecido por Dra. Patricia Tovar.  

[5] Ejercicio realizado en el marco del Módulo 3 – Exploraciones de la mirada, ofrecido por Mg. Olivia Vivanco.

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