por Equipo Editorial

LUGAR DE LO VIVO

DRA. PATRICIA TOVAR

 

Es posible sentir el caos, en su acepción primigenia, sentir que atravesamos o que flotamos en un abismo silente, oscuro, aterrador.  El cuerpo apenas se distingue de esta materia desordenada, logra emerger como relato mítico. Este tránsito es quizá el inicio de un mundo otro, de una reorganización de nuestra relación con la vida. Atravesar este abismo, supone la posibilidad de imaginar y percibir, el lugar de lo vivo.

La irrupción del cuerpo, la percepción sensorial del entorno, es un camino de conciencia, de mediación y de relación con el ambiente. La experiencia desde el cuerpo nos muestra que todo está vivo. La relación corporal con el lugar es una forma de acción que nos lleva a experimentarnos como canales y como generadores de realidades, de mundos. Sabemos así, nuevamente que todo está vivo.

Experimentamos este tránsito del abismo, estas múltiples realidades, desde la acción del cuerpo. A partir del hacer, del actuar, nos reconocemos dentro del paisaje, dentro y parte del lugar, reconocemos también nuestra agencia para crear, recrear, intervenir, reorganizar; volver a dotar de sentido a este mundo experimentado, regenerar nuestras relaciones con la naturaleza y reconocer que todo está vivo.

El sentido de nuestra relación con el entorno, lo significante de la vida, reside ahora en nuestra capacidad de actuar, de relacionarnos, de regenerar nuestras relaciones; no está en ninguna sustancia o materia, lo sustancial es la acción. Actuamos desde nuestros cuerpos. Ontología basada en las relaciones.

Todo está vivo, fluye como agua desde el centro de las montañas, atravesando un paisaje infinito; su sonoridad nos muestra la relación dialógica entre cuerpo y paisaje. Somos formas abiertas y paisajes abiertos. Un incendio que regenera la tierra, una ilusión a través de la neblina espesa.

Quizá no existe una separación entre lo vivo y lo inerte; solamente formas emergentes de reorganización, diálogos con el infinito, flujos de acciones que regeneran los tejidos corporales y sociales. Quizá no existe una frontera entre la vida y la ilusión, solamente momentos, lugares y paisajes que se extienden extraordinariamente sonoros y quietos a la vez. La vida es un continuum en expansión; nuestro cuerpo es parte de los enlaces de este continuum que podemos percibir como un infinito integrado.

 

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