por Equipo Editorial

DIFRACCIONES

DRA. PATRICIA TOVAR

 

El paisaje emerge desde dentro, me sumerjo en su complejidad, me percato de la imposibilidad de alcanzarlo, de poseerlo; parece que se escurre y se rearma. Todo pasa frente a mí y a la vez soy testigo de nada. Onda que se difracta, el pensamiento y el cuerpo se desintegran en innumerables posibilidades de agencia, es en la difracción de mi deseo, de mi hacer, de mi intento, en donde experimento la espiral espacio temporal. Se abren, entonces, múltiples posibilidades de narraciones, de apropiaciones, de intervenciones y transmutaciones.

Mi ser y mi estar no son ajenos ni estáticos, actúo; no hay observación pasiva. Vivir es el ejercicio de la autonomía, es la experiencia dialógica de la co-creación. Bajtín, afirmó que vivir es participar en el diálogo[1], en esa circularidad en la que nos autoconstruimos a partir de la entrega, de ser para el otro y de recibir del otro su ser que me confirma y recrea; en la apertura y el cambio.  Somos así, seres actantes, participamos en un diálogo que no opone fronteras entre el yo y el otro. Esta conexión entre lo mismo y lo otro nos permite comprender la propia relación entre el arte y la vida.

Es la difracción de la agencia, la que mueve y conmueve, alienta, enriquece y modifica nuestras identidades y nuestras prácticas. Evidentemente, tal y como el lenguaje es acción y relación, el arte va más allá de la forma, para ser agente, para transformar y enriquecer la vida. Bajtín caracterizó la expresión como un movimiento hacia el otro y a la vez como autorrevelación. Conocer desde el arte, está vinculado a un movimiento circular, con el otro y con el mundo.

El entorno en el cual opera nuestra expresión y nuestra acción, deja de ser ajeno, objetivo; para ser maleable y plástico, tal y como lo ha afirmado Varela (2009) vivimos en una continua metamorfosis donde nada es permanente, estable y definitivo, ninguna narrativa nos abarca por completo y a la vez ejercemos nuestra expresión singular como una difracción en el paisaje.

Arte, juego y ritual se entreveran; son experiencias dialógicas y transformadoras que significan y resignifican. Jugamos (fabulamos, creamos) “para olvidar el cotidiano freno de la incompletud” (Vidart1995,p.9) Así, atravesamos los umbrales de la memoria, de los estigmas y de la ausencia; el juego es una necesidad de libertad y se desarrolla también para romper ataduras, dolores, viejos hábitos.

Un hacer, una repetición, una performance de lo fluido, de lo no binario. “Ser y devenir, estructura y proceso; plan y azar; conservación y cambio” (Ibidem p19) He ahí la matriz transformadora del arte.

Río-Latir, difracciones de la agencia en un espacio-tiempo lúdico.


Referencias:

[1] Bajtín propuso una tríada dialógica: yo-para mí, yo para el otro, otro para mí.

Bajtín, M.M. (2000) Yo también soy. Taurus, México.

Varela, Francisco. (2009) “El círculo creativo. Esbozo históriconatural de la reflexividad”, en P. Watzlawick La realidad inventada.

Vidart, Daniel. (1995) El juego y la condición humana. Ed. Banda Oriental. Uruguay.

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