CUERPOS SUBLEVADOS

DRA. PATRICIA TOVAR

Decir que soy cuerpo, que es la experiencia de mi peso, de mis huesos, de mi piel lo que entabla una relación con lo otro, y a su vez, que eso otro me penetra, me expande, me cuestiona; es un estado cotidiano de alerta, de goce o de dolor. No obstante, esta misma experiencia, estas múltiples sensaciones parecen desdibujarse en la violencia continua, de baja o de alta intensidad a la que se somete a mi cuerpo y a mi percepción. La guerra como amenaza latente, la guerra como estado, la devastación, la muerte, la velocidad, la fuga, la red. Pierdo peso, ¿soy un dato? Los músculos se atrofian ante la pantalla, es el encierro, es la hiperestimulación, es la ansiedad, la depresión, es la retórica del abismo ¿hipnosis?

Se trata entonces de ponerse de pie, nuestra sola presencia afecta al entorno. La acción como saber, actuar es ser y hay una fuerza necesaria que es fundamental descubrir. Salir a las calles, llenarse de ese aroma a cuerpos, usar la voz, gritar. Hay una fuerza y una vulnerabilidad en el acto de ponerse de pie, de poner el cuerpo presente, hay un miedo de vivir en la violencia. Es resistir, como lo ha escrito Judith Butler “las formas de resistencia no-violentas, movilizan la vulnerabilidad para hacer valer la existencia, reclamando el derecho al espacio público, la igualdad y oponiéndose a una policía violenta, a la seguridad y a las acciones militares”[1] y por lo tanto “si lo repensamos podemos encontrar que la vulnerabilidad no es lo contrario de agencia, de nuestro poder de actuar. Podemos ejercer agencia aun cuando somos vulnerables y nos sentimos vulnerables. Aun cuando el lenguaje, el discurso o la cultura actúan sobre nuestro cuerpo y sobre lo que somos, nos dice qué somos y quiénes somos. Aun así, podemos ejercer agencia de regreso” [2]

Estar uno con otro y preguntarnos qué necesitamos para atravesar las fronteras y cómo crear juntos, cómo encontrar la mirada del otro, cómo desestructurar el yo a partir de abrir mi cuerpo a la experiencia colectiva, a una forma de “esperanza practicada”[3] como un movimiento que parte de las entrañas y se encamina a crear una nueva relación con el mundo. Este movimiento que ejecutamos, es la posibilidad de unir, de hilvanar lo que se percibe y lo que se imagina. La esperanza practicada implica que nuestra mirada está cargada de deseo y es el deseo el que completa al mundo fragmentado que habitamos. Desear no es ambicionar sino buscar. Hay que permitir que la imaginación, que la fantasía complete al mundo. No podemos ignorar nuestras entrañas.

Los cuerpos sublevados, cuerpos deseantes, cuerpos en búsqueda, se hacen presentes de manera contundente, atestiguamos el cuestionamiento profundo al sistema político, a la explotación, a la inequidad, a la devastación ecológica. Hay que preguntarse qué es “un nosotros” vivido, experimentado desde lo corporal. Los proyectos aquí presentados exploran distintas maneras de acercamiento a esta cuestión: la ausencia, el duelo, la migración, el despertar, el dolor, la rabia, la protesta, el abuso… también el contacto, también el cuidado, la fiesta, la empatía.

Tal y como lo dijo Merleau-Ponty, comprendemos mucho más allá de lo que sabemos decir y respondemos más allá de lo que podemos definir. Actuar desde la vulnerabilidad y desde la incertidumbre, fluir en la circularidad entre el cuerpo y el entorno, entre tocar y dejarse tocar. Manifestamos y formamos parte de la recuperación de un nosotros diverso.

[1] Butler, Judith. Resistencias: repensar la vulnerabilidad y repetición. Paradiso editores, México 2018, p 50.

[2] Susana Vargas, Introducción al texto de Judith Butler. Resistencias: repensar la vulnerabilidad y repetición. México 2018, p 16.

[3] El término “esperanza practicada” está referido en el Diccionario de la existencia: asuntos relevantes de la vida humana. En el apartado sobre la esperanza.

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