Anaïs Taracena
Raíces flotantes, es el resultado de una exploración sensorial y estética sobre el tema de la identidad y del enraizamiento/desarraigo permanente.
Llevo años cuestionándome lo que significa una identidad territorial, una identidad nacional, comunitaria o étnica desde una perspectiva más racional o teórica.
Sin embargo, el encierro provocado por la pandemia mundial nos vino a replantearnos la forma en la que nos relacionamos entre nosotres y a tener una percepción mucho más intensa de las temporalidades.
En el plano personal a mi me trajo de nuevo a flor de piel un sentir que me acompaña desde que soy muy pequeña por mi historia familiar de exilio: esa necesidad contradictoria de aferrarme a una identidad sólida y arraigada, pero a la vez una necesidad de querer fluir en la temporalidad y la identidad para no aferrarme a nada preestablecido o rígido.
En este video-ensayo quise abordar las exploraciones estéticas y narrativas de los diferentes módulos del diplomado de Antropología de Arte de Latir: construcción del paisaje sonoro, la exploración de la mirada, la performatividad de la palabra escrita y la investigación en el campo de antropología del arte. ¿Cómo las imágenes y los sonidos nos hacen recordar
/sentir estados emocionales, recuerdos de infancia, traumas, nostalgias, deseos?
Esta exploración más auto etnográfica también vino suscitada por el hecho que estaba terminando de cursar el diplomado sobre “Cuerpos, erotismos y sexualidades” del Centro de formación y sanación Q’anil en Guatemala, que busca la formación de una mirada conceptual y vivencial desde una consciencia corporal.
Durante esta búsqueda sonora y visual quise explorar diferentes elementos como la tierra, el agua, el viento y el fuego porque finalmente nos refieren a estados vitales por los cuales siempre transitamos.
Pero una imagen fue la detonante de esta búsqueda creativa y fue la de un tronco con raíces flotando en el agua con un vaivén ondulatorio que es una metáfora de la circularidad misma de la vida. La sensación de “flotamiento” hace referencia a ese tiempo suspendido al que nos llevan el recuerdo y la nostalgia, un tiempo que no está anclado, sino que flota en un estado transitorio. Ese mismo tronco algunas veces es balanceado por una inmensa ola como las pequeñas crisis que aparecen para recordarnos cuales son los caminos por donde una quiere andar y construir.
Este ejercicio estético y sensorial me permitió afirmar de nuevo que me tengo a mi misma como mi primer territorio en constante mutación y que la identidad se transforma, no es rígida, ni fija en el tiempo.