Cuestionando la ciudadanía desde el cuerpo gráfico feminista.

por Bárbara Muñoz de Cote

Bárbara Muñoz de Cote

 

Una cuestión taladra mi cabeza: ¿Y si dejamos de ser ciudadanos?, misma que en el año 2014, Santiago López Petit planteara en su Manifiesto por la desocupación del orden, y cuya narrativa se vincula al proyecto de investigación y de co-creación gráfica “Hacia una proxémica feminista” que presento aquí.

Desde la experiencia de habitar los espacios colectivos –o todo lo que se encuentra fuera de nuestros hogares–, desde el cuerpo femenino o lxs cuerpxs disidentes que no mantienen un vínculo efectivo con el Estado, entendido como lo no ciudadano, habita el exterior con todas sus complejidades, virtudes, normativas, opresiones, dinámicas, cotidianidades, violencias e inseguridades, inscribiéndose en una lógica de exploración territorial feminista, histórica y arquitectónica. El “Manual de lo no ciudadano” da cuenta de ello.

 

 

Antes de extender parte de mi proceso, declaro que el feminismo me ha quitado un vendaje para poder ver las formas de discriminación y violencia ejercida hacia la ciudadanía categorizada como de segunda o de tercera, ayudándome a tener una mirada crítica de nuestra realidad. Por otro lado, mi experiencia como docente y arquitecta con prácticas en la planeación urbana, me ha demostrado que falta un gran camino por recorrer si queremos erigir ciudades más humanas y dignas para todxs, ya que la transformación física del espacio, aunque sea con buenos propósitos, tiene muchas veces un impacto mínimo en la vida de sus habitantes, sea porque el urbanismo aún no ha entendido la relación de interdependencia que existe entre las relaciones humanas, en correlación a sus derechos, y en segundo lugar con el espacio físico.

Explorando diferentes herramientas aprendidas en el diplomado en Antropología del Arte, como la etnografía artística, la documentación poética desde la palabra, la mirada y la co-creación como dispositivo artístico y cultural, la perspectiva de género desde las diferentes feminidades, entre otras. Se tiene el objetivo de desarrollar un primer esbozo de la metodología de exploración transdisciplinaria que, mutando a través de los años, se adapte a las distintas circunstancias de un mundo en constante crisis.

El manual será atravesado por diferentes testimoniales de mujeres en la Zona Metropolitana de Guadalajara, a modo de bitácora sensible que habilite una reconcepción del espacio como matriz: la ciudad como líquido amniótico. El discurso colectivo que se busca construir, cuestionará la forma en la que el contexto inmediato se relaciona con el espacio vital de las mujeres, en diferentes escalas como son la gran urbe, la periferia y la rural.

Por los alcances del proyecto y circunstancias de cuidado, solo tres mujeres han sido invitadas, las cuales son consideradas agentes de cambio que apuntan a una cultura de paz, y que extienden los derechos culturales por medio de prácticas artísticas. En ellas encuentro un mutuo interés por el reconocimiento y rescate de nuestros espacios públicos, para vislumbrar una realidad alterna más humana dentro de ellos. La intención es que, a partir de la documentación del relato de las colaboradoras, se pueda diseñar y traducir a un collage que ilustre dichos testimonios en el “Manual de lo no ciudadano”, creando desde las expresiones gráficas un símil de señalética urbana que, pensada desde las diferentes feminidades y posturas territoriales, puedan visibilizar las verdaderas condiciones que nos impone el entorno público.

Retomando la pregunta de López Petit, el concepto de ciudadano como individuo que mantiene un vínculo efectivo con el Estado, cuando el propio vínculo es inexistente, resulta ilógico. Querer mantener una relación con un Estado que asesina, desaparece y silencia, donde la prolongación de la pandemia nos deja más claro que nunca, que lo personal es político, en plena campaña electoral surge una nueva pregunta: ¿A quiénes se refieren cada vez que mencionan la palabra “ciudadanos”?

“El ciudadano ha sido redimensionado como la pieza esencial de la movilización global. Nos interpelan como ciudadanos cuando en verdad, nos quieren verdaderas unidades movilizadas”. (López Petit, 2014)

Es un contrato implícito con ese Estado, y con gran parte de la sociedad, en el que se nos sigue considerando junto a otras disidencias, ciudadanxs de menor rango, que de estar en una u otra categoría preferimos no estarlo, pero reconocemos que tenemos que saber los juegos que mueven la gran maquinaria del capital y las ciudades para hacer nuestras propias reglas y manifiestos.

Un laberinto donde es necesario perderse, para ir buscando una salida, es lo más parecido al camino de la no ciudadanía, que contrapuesto al concepto que se propaga –el de una ciudadanía romantizada que produce perfiles funcionales al aparato tributario–, articula un pronunciamiento que rechaza la realidad como unidad de medida, y que niega el cuerpo bajo el binomio de la productividad y reproductividad en el mundo.

 


El video es parte del proceso creativo y de investigación de varios registros de los años 2018-2020, que antecede al Manual de lo no ciudadano. Se experimentó con diferentes medios expresivos como la gráfica, el cuerpo, herramientas digitales y arquitectónicas para cimentar una investigación enfocada en la interrelación corporal con el espacio público.

_Estudios antropométricos de la mujer y principios vitruvianos de la arquitectura, tríptico para la exposición “Después del jardín” Museo Cabañas 2018, Guadalajara.          

_Registro gráfico de coreografía en paseo Alcalde julio 2019, centro, Guadalajara.

_Registro fotográfico de laboratorio Cuerpo + objeto, Secretaría de Cultura Jalisco, coordinación de danza.

_“Manual de cómo hacer y pensar las líneas” 2020, texto y ejercicio para exposición colectiva imprimible “Sin lugar a dónde ir”.

_Registro fotográfico de impresos del “Manual de cómo hacer y pensar las líneas”.

 

Mi género es algo más amplio que mi cuerpo, pero mi cuerpo es el sitio de mi experiencia vivida, allí donde se cruzan mi identidad, mi historia y los espacios que he habitado, donde todo eso se mezcla y queda escrito en mi piel. Mi cuerpo es el espacio desde donde escribo.

Ciudad feminista de Leslie Kern

 

Compartir una forma de pensar y sentir respecto a nuestras relaciones humanas, personales, políticas y laborales con otras mujeres, ha dejado en claro que encontrar situaciones que nos vulneran todos los días, por el solo hecho de caminar la calle para reclamar su presencia en ella, me obliga a admitir que no ha sido un proceso emocional fácil. El malestar se transforma rápidamente en una protesta que tiene que amplificarse lo más veloz posible, antes que el Estado, el capitalismo y ahora las campañas políticas, acaparen los espacios públicos y personales. ¿Quién si no nosotras para recuperar lo que nos han quitado, aparte de nuestra seguridad? Tenemos que tomar las calles.

Interesada en crear vínculos de la experiencia a la pedagogía aplicada, para formular narrativas de proximidad con un carácter feminista y territorial, en los espacios comunes, políticos e imaginarios de nuestra realidad, he buscado diferentes tácticas que me ayuden a construir dispositivos que convivan dentro del tejido socio urbano.

Una de ellas consiste en documentar a forma de diario, los acontecimientos compartidos con diferentes aliadas, sistematizando los registros sonoros, fotográficos y cartográficos, dentro de una bitácora de campo que permite descubrir el sencillo placer de registrar la huella de lo que sucede en la ciudad, y la de las personas que salimos a las calles para reclamar aquello que no tenemos más disposición de ceder. Desde este estatuto, se manifiesta lo no ciudadano.

Dentro de estos primeros meses, la agenda del manual se vio atravesada por las manifestaciones del 8M, de corte político, artístico y feminista, eventos difíciles de procesar, que sin embargo replantean el rumbo del proyecto con nuevas preguntas y pautas. En esta marea de manifestaciones, mirar la calle desde la perspectiva de Karen significa un acto de resistencia, como postura activa de registrar lo que se dice desde una mirada crítica, anónima y sensible. He entendido junto con ella que, en sus diferentes expresiones, el arte urbano, grafiti, post-grafiti y las voces de sus manifestantes están en constate transformación a consecuencia de la censura.

Es más evidente aún con esta primera experiencia que la calle está hablando, citando a Karen, en consonancia con un eco que se multiplica, ¡nos están matando!, ¡Jalisco es un estado feminicida!, ¡nos están desapareciendo. Basta una vuelta al centro histórico de la ciudad para verlo en cada muro, banqueta, pisos de las plazas cívicas y mobiliario urbano.

Desde este lugar se resiste y se busca cambiar el discurso, manifestando las distintas voces y también poniendo el cuerpo, aquí descubrí que muchas mujeres tenemos un poder adaptativo que se activa por un instinto de supervivencia, y esos mecanismos de defensa han sido nuestros métodos subversivos para habitar las calles, para construir la memoria, para habitar el cambio.

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