Buceando en el “entre” de los encuentros

por Guillermina González
Entre los encuentros

Indagando sobre las relaciones sociales en las prácticas artísticas

 

En cada manifestación de encuentro colectivo, se enlaza y construye un “entre” quienes están ahí.  En ese devenir acontecen varios aspectos a describir e indagar, uno de ellos son las relaciones de poder.

Aunque es un tema amplio y para profundizar, estos pocos párrafos estarán destinados a sumergirse en el “entre” que puede ser favorecido por algunas prácticas artísticas que implican una búsqueda de promover el agenciamiento de las personas que participan.

Retomando la experiencia del Taller de Movimiento en un Hospital de Salud Mental y Adicciones, que utiliza, entre otras, las herramientas de la Expresión Corporal (taller que se detalló en el posteo anterior), hubo un instante donde nos preguntamos sobre las relaciones de poder y empezamos a necesitar romper con el patrón de quiénes “dan” una técnica y “guían” el espacio, y aquellxs que “reciben” y hacen directamente lo que les proponen.  De ahí en más, el espacio es de coordinación rotativa por parte de todxs los participantes (profesionales y personas que realizan tratamiento).  Hay días en que todo el encuentro es coordinado por una sola persona, hay días en que cada unx propone  un movimiento y lxs demás lo tomamos para nutrirnos y nutrir el movimiento.  Nos prestamos corporalidades, tomamos otras opciones.  La música es elegida por quienes asisten a cada encuentro.

Esto puede ser leído bajo la mirada de muchos autores.  En esta ocasión tomaré a Michael Foucault en su texto “El sujeto y el poder”. A través de sus palabras se pone en evidencia que en la institución donde estamos realizando el taller mencionado, hay relaciones de poder. Tal vez  podamos permitirnos preguntar qué objetivos tienen las relaciones de poder que se reproducen en esta institución, quiénes participan de esas relaciones de poder y a través de qué medios se perpetúan.  Desde esas preguntas propuestas por Focault, empezamos a buscar un nosotrxs, revisando la división que repite la relación locxs-cuerdxs o enfermxs-sanxs.  Cada vez, y poco a poco, fuimos borrando las barreras de las corporalidades, permitiendo el encuentro, comenzando a traspasar las líneas trazadas entre profesionales y pacientes, tratando de dejar de repetir el orden esperado.

Aclarando que no soy especialista en Teatro de las personas oprimidas, sí me parece interesante tomar algunos puntos que propone Augusto Boal, que habilitan a pensar cómo algunas prácticas artísticas pueden favorecer a la construcción de nuevos modos de relación social. En primer lugar, recordar que su metodología logra generar un quiebre en la disposición teatral entre actores y espectadores, comenzando a hablar de espect-actores y espect-actrices, configurando en varios sentidos que ya no habrá un papel activo y un papel pasivo, sino que todos se relacionan con la acción.

Boal afirma “…ayudarlos de una manera más decisiva es devolverles los  medios de producción del teatro” (2015, p. 243).  Esto significa que en su metodología, el entrenamiento y los ejercicios estarán a disposición para que todos tengan los medios de producción de esa práctica artística.

Con la colaboración de esa mirada, se puede pensar en construir métodos o actividades que estén a merced de aportar a un nosotrxs, construyendo un “entre” que no reproduzca lugares que parecieran establecidos y que no pueden cuestionarse. Romper los papeles que dividen a aquellxs que poseen unos medios de producción y quienes no pueden acceder a ellos y hablar de  “devolver” los medios de producción de una práctica artística, instala que todxs somos dueñxs del conocimiento que circula.

En el caso de la práctica que nosotrxs realizamos, no hay una corporalidad esperada a ser repetida; cada quien propone un modo de moverse y brinda su conocimiento al grupo, y lxs demás transformamos esas formas en nuevas (pasamos por ejercicios de tai chi, chi kung, yoga, expresión corporal, entrenamiento de fútbol, tango, folklore, rock, etc).  A partir de ahí, nos encontramos compartiendo, experimentando, creando.

En una institución hospitalaria y como parte del equipo profesional, se abren las manos, se expande el cuerpo.  Se “revuelve” aquello acaso perdido, tal vez invisibilizado, tal vez restringido. Es la apertura a cuerpos que se mueven, accionan, manifiestan, expresan. Siendo dueñas y dueños de esa paleta de posibilidades, replicaremos la experiencia con compañeras o compañeros, en los hogares o en las calles, para un momento de intimidad propia, rompiendo la lógica de carnes disciplinadas, pudiendo tomar opciones de nuevas sensaciones, percepciones, gestos, acciones.

“Tú das los medios de producción a un grupo, y ese grupo hace lo que quiere.  Debes aceptar la regla del juego hasta el fin.  Corres ese riesgo. No hay que pensar en mantener el poder, asegurar más tu control.” (Boal, 2015, p. 248). Se entrega la técnica, el grupo la apropia y crea algo nuevo a lo cual todxs pertenecemos.  Eso que se crea está impregnado de las experiencias vividas, de aquellas que tenemos en común por la cultura de pertenencia, pero también de las singularidades tamizadas por cada campo y territorialidad que se porta en la carne.

Entre los encuentros

 

Bibliografía

Boal, A. (2015).  Teatro del oprimido. Buenos Aires, Argentina: Interzona.

Foucault, M. (1988). El sujeto y el poder. Revista Mexicana de Sociología. Vol. 50, No. 3. (pp. 3-20).

 

Agradecimientos

A Diana Aguilar Chaves, que desde Costa Rica alienta estas reflexiones.

Y nuevamente a Cynthia Coman, Denise Demarco y Ruth Leegstra, compañeras de la experiencia.

 

Guillermina González

 

 

 

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