Animales de manada

por Carlos Mario Durán Mogollón

Carlos Mario Durán Mogollón

 

Miedo a la pérdida es lo que me suele hacer rehuir a una libertad, también a disfrutar sin lamento.

No aceptarme finito me impide ver desde otros ángulos, solo me hace rechazar lo cíclico

Incapacidad de salir de mi jaula, me venda los ojos para entender lo que el otro necesita.

Somos animales de manada.

 

La pausa obligada de la cuarentena arrojó un sin número de reflexiones acerca del cómo vivimos, cómo significamos nuestro espacio, la relación y vínculo definitivo del ser humano como parte de un organismo viviente que llamamos planeta tierra, de qué manera la habitamos, y cuál es nuestro rol existencial dentro de ella dándonos cuenta de lo frágiles que somos en contraposición de lo infinitos que creemos ser como individuos.

A partir de esta última idea, surgen grandes tensiones entre la dificultad de reconocer emociones, angustias y el miedo, con el deseo de re aprender, soltar y resignificar nuestros entornos cotidianos.

El mundo en el que vivimos hoy en día nos exige constantemente vivir a una velocidad la cuál no permite digerir dichas tensiones y caemos en el exceso y la ansiedad, muchas veces entregándonos a nuestros vicios, ya que nos acostumbramos a obviar nuestras sombras y dar por sentado el entorno en el cuál vivimos y la vida cotidiana como algo separado del ser.

Aún es muy temprano para medir los efectos a nivel psicológico, sociológico y antropológico de las medidas adoptadas en consecuencia de la pandemia y hay gran incertidumbre en el aspecto laboral, (nuevas formas de trabajar) prevención desde la alimentación, deporte y consciencia ecológica, que inexorablemente debe ir de la mano de unas políticas sociales donde los procesos preventivos puedan ser accesibles para las poblaciones más vulnerables.

La pregunta que me queda rondando finalmente, es hasta qué punto ha servido y servirá esta coyuntura para contemplar a fondo la idea de que la constante evolución individual, se basa en una construcción dialógica con todo lo que nos rodea.

El trabajo que he desarrollado consiste en entablar una serie de diálogos con personas muy allegadas a mí, como lo son mi novia, mi madre y mi hermana. Casualmente (o no), son mujeres, y en realidad tiene sentido, ya que durante toda mi vida las mujeres han estado ejerciendo un rol protector en mí. Los diálogos tienen como propósito una conversación libre, espontánea, abierta y sincera, acerca de las percepciones, sensaciones, inspiraciones, frustraciones, miedos, esperanzas, retos y añoranzas que ha reflejado toda esta coyuntura del COVID en nosotros (tanto a nivel personal, como colectivo), para así dar forma a una serie de retratos performáticos, donde las participantes y yo hicimos parte activa en su consecución. Dentro de cada serie de fotografías aparecen autorretratos, los cuáles siento que son construidos por dichas charlas que fueron moldeando revelaciones propias, inconformidades, cuestionamientos y re encuentros. Finalmente, lo más difícil en este proyecto es darme cuenta constantemente del miedo que me genera conocer aspectos que tal vez me enojan o decepcionan de ellas, miedo y frustración surgidos de la misma fragilidad de sus propias vidas y ese dolor que conlleva el perderles.

Ha sido un viaje complejo, pero muy nutritivo para entender la importancia de los vínculos, el respeto al punto de vista de la otra persona y ese compartir emocional que todo ser humano experimenta fluctuando constantemente. Como también darme cuenta que tengo grandes maestras, y que, muchas veces por testarudez, prepotencia o machismo, no les escucho.

PAOLA.

Entro a la cocina de mi novia muy nervioso.

Bueno Pao, hablemos de lo que te comenté del proyecto, ¿sí?

-dale

– estabas muy aburrida en la cuarentena, ¿no?

-No estoy acostumbrada a estar encerrada, necesito salir y compartir con mis amigos cada vez que puedo, la verdad si fue muy raro.

-Bueno, yo realmente confieso que me siento a gusto sin salir, aunque en el fondo siento que no me gusta, ¿me entiendes?

-mmm, creo que sí. Para mí al principio de la cuarentena fue muy difícil porque me acababa de mudar, no tenía muebles, las paredes no estaban pintadas, el espacio estaba frío. El color y los muebles dan calor al espacio.

-Ah sí?

-Si, claro. De todas maneras, comencé a utilizar lugares que ahora no uso mucho, como la terraza mientras tomaba el café, en mi cotidianidad no me gusta estar sola, a mí me gusta salir con mis amigos y estar con mi familia, de esa manera no me aburro. También tengo un horario de trabajo. Sin embargo, lo tomé mejor de lo que esperaba.

-Pero no se te hace que deberías parar un poco y de pronto mirarte un poco hacia dentro?

-No pues yo me aburro pensando en nada, eso me costaba harto al principio en la cuarentena y me la pasaba durmiendo porque que más hacía. A mí me gusta hacer catarsis de otras maneras, soy cero artista (risas)

-Yo comencé a tener flores en mi habitación, sentía que me acompañaba algo lindo, también comencé a hacer talleres.

-Ah sí, me acuerdo de la cámara hecha con cerámica.  A mí en cambio no me interesa mucho eso, y como no podía salir a sitios, comencé a volverme perezosa, y eso es lo que menos me gusta.

– ¿Por qué el elefante te gusta tanto?

son símbolo de prosperidad, soy optimista dentro de todo. Se que todo va a estar bien, así no lo parezca. tu eres pesimista jajajaja.

Estoy con mi mamá, en la banca del parque que tenemos al lado de nuestro apartamento de 50mts2, tengo una lesión grave en la rodilla. (suenan muchos pajaritos)

-Mama, siento que tengo problemas para comunicar mis ideas…

– Pasas mucho tiempo en las redes sociales y el celular, eso satura mucho.

-Y ahora sin poder hacer ejercicio, peor, siento que me lleno de ansiedad, así como en algunos momentos de Cuarentena, sin embargo, ya todo volvió a una aparente normalidad. ¿Cambió algo? Yo comencé muchas cosas, pero me desconecté de ellas una vez que hemos estado volviendo al orden “normal”. ¿Hemos cambiado en algo?

– Este parquecito siempre ha sido un refugio para mi desde antes de la cuarentena, pero ahora lo valoro mucho más. Me gustan los árboles tan grandes que tiene, durante la cuarentena salía a caminar un poco y especialmente a reconectarme, recordar que existe este entorno natural que está lleno de vida y que somos parte de este. A ti te hace bien también, se te nota.

– Si, en especial cuando me ejercito y después lo contemplo. Comienzo a ver poesía en los objetos más corrientes. Es inspirador. ¿Que nos ha dejado esta cuarentena?

– Lo positivo que puede quedar de la cuarentena pienso que es la posibilidad que se nos dio dentro de encontrar otras maneras de hacer catarsis como aprender una disciplina, experimentar otras cosas fuera de lo cotidiano. También nos enseña a admirar la belleza de lo sencillo.

– Y lo negativo?

– Pues yo por ejemplo dejé de hacer Tai Chi, antes lo hacía todas las mañanas con el grupo, me comenzaron a doler las rodillas y engordé un poco. Después descubrí por internet la danza Primal. Una danza para sanar y liberar, las hacíamos en grupos por internet, y compartimos experiencias. Me ayudó mucho a sentirme nuevamente. El cuerpo es la maquina más perfecta que hay y toca purificarla, al final todo trata del equilibrio. Y tú, ¿cómo te has sentido con esto?

– Pues yo al principio sentí tener el pretexto perfecto para no hacer nada. Usted sabe que me cuesta concretar, considero ser perezoso. Después si sentía una necesidad de aprovechar el tiempo, eso me generó bastante ansiedad, pero también me puse en acción. Cuidamos matas, hice algunas fotos de mí mismo, cosa que no hacía demasiado, pero me sentí presionado y se me llenaba mucho la cabeza de información. Creo que estos últimos dos años, me he alejado un poco de la sociedad, de las personas reales y a veces me cuesta comunicarme.

– tienes que aprender a gozártela, disfrutar de los procesos.

LIA

He llegado con mi madre a Alemania a visitar a Lía, y yo  aprovecho la oportunidad para hablar acerca de la cuarentena y el coronavirus. Mi hermana es una académica, le encanta el estudio. La veo sentada en el rincón de un sofá de dos piezas, bajo una lámpara de luz amarilla que la ilumina puntualmente, como de interrogatorio.

– Te gusta arto ese rinconcito, ¿no?

– Si, lo siento como mi refugio. Acá estudio, trabajo, me duermo y juego con los muñecos.

– ¿Y las flores? ¿Es algo nuevo?

– Si, la verdad comencé a cuidarlas más en la cuarentena. En especial las orquideas, me gustan muchísimo.

– Como te has sentido con todo esto de la pandemia?

– Pues ha sido raro. Digamos que, en lo personal, he sido privilegiada, ya que a nivel sociedad he tenido digamos que el derecho a seguir trabajando sin peligro, percibir lo que me ocurre a nivel psicológico y emocional.

– Si, la verdad, sentir, desarrollarnos y tener herramientas para expresarnos es un privilegio.

– Claro. Hay personas que debieron arriesgar sus vidas sin saber qué era exactamente este virus porque no tenían otra alternativa. Lo que a mí me asustó y me asusta personalmente, es el poder que tiene el estado para decidir por sobre nuestras libertades.

– Como así

– Si, es decir yo entiendo que al principio no se sabía que era esto del virus, había zozobra y la infraestructura hospitalaria estaba en peligro de colapsar, sin embargo, el aparato estatal demostró tener muchísimo poder sobre nosotros, y las libertades se han ganado con muchísimos sacrificios como para desbaratarlos de un plumazo. En varios lugares de Alemania hubo manifestaciones en contra del uso del tapabocas, parece algo infantil y ridículo, pero tiene relevancia ya que es un simple cuestionamiento de las personas hacia el estado del por qué están tomando dichas medidas. ¿Qué hizo el estado? enviar a la policía a reprimir durísimo a la gente en lugar de abrir espacios explicativos y de diálogo. A mí me dio mucha tristeza y decepción de cierto sector de la academia por su falta de empatía hacia las personas que tenían dudas con respecto a la vacuna. Se generó una estigmatización muy grande en ese sentido, ya que si tenías dudas eras un idiota egoísta. Obviamente había teorías ridículas, pero entre polos hay un gran espectro de personas que por diferentes motivos tenían temores muy válidos con respecto a la vacuna.

– Claro. Yo siendo sincero, si era más del ala de alinearnos con las instituciones y hacer caso a todo lo que decían, criticando a los anti tapabocas y personas que después que salió la vacuna, no se la querían poner, pero ahora siento que muchas personas (incluyéndome) se han alejado de este razonamiento, colocándose dos o tres dosis, pero ya no se pondrían más.

– Yo soy partidaria de tener instituciones, eso está bien. Sin embargo, siempre hay que cuestionar al poder. después comenzaron a tomar una serie de medidas que no tenían sentido. A mí me gusta mucho un café que tiene mesas afuera, poco después de cuarentena, me quedaba de encontrar con un amigo allí para tomarlo. Queda en una plaza enorme, pero no se podían usar las mesas de afuera que tiene el café. Lo que hacíamos era comprar el café y sentarnos en la misma plaza a treinta metros de las mesas, mientras las iglesias estaban abiertas. Hay una idea muy reducida de cómo vive la gente, de cómo hace catarsis.

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